El Peso de la Mochila
- Mensajeros de Luz
- 16 mar 2020
- 2 Min. de lectura
Por Sergio Lipp
Había una vez un lugar a donde todos los niños nacían con una mochila puesta.
Este lugar estaba dividido por ríos y montañas, y del otro lado, existían tierras mucho más ricas y un mundo distinto con múltiples posibilidades para experimentarlas.
Las personas tenían distintas actitudes con su mochila.
Estaban quienes buscaban incesantemente los caminos más adecuados para ellos para poder pasar hacia el otro sitio, les llevaba mucho tiempo y esfuerzo, no sin antes tener que enfrentar diferentes vicisitudes, eran frecuentes los golpes, resbalones y caídas, para finalmente volver a levantarse y lograr pasar. A aquellos que lo hacían se les notaba con el tiempo como su mochila iba perdiendo peso.
Estaban otros, quienes creían no poder cruzar y simplemente no lo intentaban, en estos la mochila aumentaba de peso hasta límites casi intolerables.
También existía otro grupo que no animándose o no creyendo posible que podrían hacerlo, pedía ayuda. Ante esta alternativa había quienes directamente les sacaban la mochila y se la colocaban encima de la propia. Era usual ver en estos casos como ninguno de ellos podían cruzar. Y en todos los casos la mochila subía de peso.
Pero al mismo tiempo estaban quienes les enseñaban como podrían hacer el cruce, les ajustaban las correas, les acomodaban la carga, les sugerían probables caminos y la forma de transitar los mismos y los alentaban para que ellos mismos se animaran a cruzar. En estos casos, tanto los que se animaban aunque no llegaran, y los que los ayudaban, aligeraban su carga.
Cada persona nace con su propia mochila, esta está cargada de las cosas que debemos enfrentar, los obstáculos que tenemos que pasar, las asignaturas pendientes, los aprendizajes, lo que debemos aceptar. Pero ante todo y más allá de lo que hagamos con eso, debemos comprender que es “nuestra” mochila y la de cada uno. No podemos alivianarle la carga al otro descargando el peso que en ella hay porque en definitiva si Dios no hubiera querido que eso le tenga que pasar al otro no hubiera cargado su mochila de esa manera. Pero además, como nosotros tenemos nuestro propio peso, si nos cargamos con el ajeno, estamos haciéndonos cargo de los aprendizajes del otro.
¡Bastante tiene cada uno que pasar en la vida por sí mismo!
Sí podemos ayudar, ser solidarios, compasivos, darles amor y fuerza, acompañar, guiar, orientar y tantas otras cosas... Pero nunca REEMPLAZAR.
¡No nos equivoquemos más!!!!!

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