Ataduras de vida
- Ruth Ross
- 2 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Por Ruth Ross
Resulta que los ángeles de todas las jerarquías de la luz viven en una constante paz y armonía, con la inmensa alegría y felicidad que les da el tener una constante vida de servicio y evolución permanente, preparando su camino evolutivo para estar cada vez más cerca de Dios. Y muchos de ellos, van eligiendo dar sus exámenes evolutivos aprobando diferentes cursos de crecimiento y transmutación. En muchos casos algunos, deciden perder ese estado celestial por un tiempo, prestándose a encarnar en la Tierra como humanos.
O sea que las personas llegan desde el Universo livianitas y libres cual si fueran palomas dispuestas a volar y a enfrentar al mundo que tienen por delante.
Llegan así, con su mente abierta y su corazón puro.
Vienen sin ataduras, listas para adentrarse en un mundo diferente.
Y así, empiezan poco a poco un lento aprendizaje en esta Tierra de tercera dimensión, a donde la mente y los pensamientos priman más que todo. Donde el amor es manipulativo en el noventa y nueve por ciento de los casos y no incondicional como en verdad debiera ser.
Entonces comienzan a relacionarse. En principio con sus padres, con sus abuelos, hermanos, tíos, primos, y así se va sumando una larga lista de personas que van desfilando a lo largo y a lo ancho de toda la vida de una persona.
Y el ser, que se sentía totalmente liviano al llegar, que traía aún su memoria intacta, que estaba completamente abierto, comienza a sentir la presión y la asfixia de cargar con las ataduras del “amor” de los demás. De un amor totalmente posesivo, limitante y condicionante.
Comienzan a cargar no solo con sus propias mochilas de “infelicidad y frustración”, sino que en la gran mayoría de los casos doblan sus espaldas cargando las mochilas de los demás, creyendo que ayudar a los otros es llevarlos encima, y que ser aceptado es ser o mostrarse tal como los demás esperan que uno sea.
Cuando los ángeles en el Cosmos miran a nuestro planeta pueden observar grandes sogas de distintos tipos, grosores, materiales y colores atando y vinculando a los individuos de nuestra humanidad, sin dejarlos avanzar, sin dejarlos ser…
Sin recordar que el aprendizaje es individual, que debemos crecer y evolucionar solos recordando que luego, cuando llegue el fin de nuestra historia, nos iremos tan solitos como alguna vez hemos ingresado a esta vida. Y que debemos dejar en libertad a todas las personas que se hayan cruzado en nuestros caminos, recordando que no son más que nuestros “maestros” para desarrollar totalmente nuestro aprendizaje de vida terrestre olvidándonos que debemos amarlos incondicionalmente, pero desapegándonos y respetando nuestra, y su total libertad.
Entonces... algunos humanos comienzan a sentir que se sofocan, que se ahogan, que ya no pueden más, y se corren del patrón común impuesto por la sociedad.
Cuando esto ocurre, los seres de luz rompen en aplausos y gritos de júbilo, porque una vez que alguno de los ángeles encarnados se cansan de ser “iguales” y deciden “hacerse cargo” de sus propias vidas, intentan empezar a recordar el motivo de su nacimiento en la Tierra y van cambiando el rumbo y la dirección de sus vidas; entonces, los lazos se cortan y ellos despiertan, y con su despertar empiezan a sacudir a aquellos que como ellos, van queriendo cortar con las ataduras que no los conducen a nada más que a sufrir y a tener una vida chata , gris y llena de infelicidad.
Si en esos momentos alguno pudiera tener la fortuna de mirar por un agujerito el cosmos, podría darse cuenta que todos los seres de la luz de todas las jerarquías y de todos los rayos están dándonos ánimo e impulsándonos a continuar con nuestro camino, y con nuestra intensa evolución. Pero ahora, siendo ya conscientes de cuál es nuestro real camino en esta vida que nos conduce al amor verdadero.

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