Tiempos de reencuentro
- Ruth Ross
- 3 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Por Ruth Ross
Por aquellos tiempos todo era regocijo en aquel hogar. Todo estaba preparado para el gran acontecimiento, el nacimiento del segundo y esperado hijo de una feliz familia.
Todo sucedió vertiginosamente. Un error médico, una mala praxis llevó a que Leandrito viviera en la Tierra solo por 3 días.
Su madre, Victoria, sintió bronca, miedo, impotencia, dolor. Se culpaba y culpaba al mundo entero de su gran pérdida. De sus pechos manaba una blanca leche que no alimentaría a ningún pequeño...
El tiempo fue pasando, las heridas fueron dando paso a la aceptación y a encaminarse a la felicidad de ser, pese a la gran pérdida.
Entonces Victoria, utilizó todas sus energías y toda la enseñanza que Leandrito le había transmitido en su corta estancia terrestre, para ayudar a otros papás y mamás que pasaran por la misma situación. Fue allí cuando junto a otras personas comenzó a dar charlas, a formar grupos de asistencia y ayuda, a dar talleres para que otros padres que pasaran por la gran pérdida de un hijo pudieran encontrar la contención que ella no tuvo en su momento, 32 años atrás.
Por otro lado, en otra época, hace solo 19 años, una pareja tuvo un hermoso hijo, el segundo de una gran familia.
Vivían felices, creciendo en el amor constante y aceptando a cada paso los desafíos que la vida les imponía.
Leandro, que así se llama este chico de 19 años, es dueño de un corazón gigantesco. Lleva una vida de intensa espiritualidad. Es super sensible, intuitivo y perceptivo. Es un chico muy feliz y continuamente busca la verdad divina. Siempre está cerca de Dios, siempre recibe su guía, siempre se deja fluir...
El tiempo en el que este relato continúa es el del “aquí y ahora”. Es el tiempo en el que el Universo va moviendo sus piezas para armar la perfección del rompecabezas.
Victoria, una mujer a la que el sufrimiento le sirvió para despertar a la evolución divina, le ayudó a crecer y encontrar aquella sabiduría del que aprende a través del dolor. Y mientras iba comprendiendo que sus hijos, tanto los vivos, como aquel que se fue, son sus “maestros” en la vida.
Victoria, te decía, decidió que ya era tiempo de cambiar la gran ciudad y viajó a un lugar desconocido para ella, pero, sin saber por qué, “sintió” que era adonde tendría que estar para iniciar su gran cambio.
Resultó que ese viaje la llevó a conocer a una familia que sentía y pensaba como ella. Una familia que vivía en la Luz.
Esas personas a las que acababa de conocer, tenían unos amigos. Y... esos amigos... “casualmente” llegaron de visita en el mismo momento en el cual Victoria estaba en la casa, tomando unos mates.
Esos amigos eran Leandro y sus padres.
Entonces ocurrió...
Victoria y Leandro se vieron por primera vez, sus ojos se encontraron. El tiempo se detuvo en una mirada que solo latía amor y una sola certeza, la de que aquel Leandrito y este Leandro habían sido la misma persona. El ayer y el dolor, y el hoy y la felicidad, quedaban unidos en un solo instante...
Una sola e intensa mirada fue suficiente, el abrazo que siguió fue intenso... Todos miraban alrededor sin esbozar ninguna palabra. Nadie entendía el calor que transcurría en ese solo abrazo.
Nadie más que ellos podía adivinar que otra vez, la vida los estaba reencontrando, los estaba acercando.
- “Mi muerte en mi vida anterior, en la que fui por tan solo unos días tu hijo, solo fue para darte las fuerzas que necesitabas para crecer, para que dedicaras tu vida a asistir a los otros, como lo hiciste. Luego volví a esta vida e hice que mis padres eligieran el mismo nombre que alguna vez he tenido siendo tu hijo. Para ayudarte a encontrarme. Para que sepas que estoy bien, que en esta vida estoy sano y fuerte y que soy feliz”!-
La voz interna de Leandro habló directo al corazón de Victoria, quien lo abrazó aún con más fuerzas; y terminó diciendo:- “Victoria, espero que la Paz se instale en tu corazón; estos son tiempos de reencuentros, aquí estamos, luego de 32 años juntos otra vez, con otra historia, yo, en otro cuerpo, pero quiero que sepas lo más importante: LO HAS HECHO MUY BIEN”.

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