Una segunda oportunidad
- Ruth Ross
- 3 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Por Ruth Ross
De pronto todo se volvió negro. Pedro perdió la conciencia de la realidad. ¿Qué estaba pasando?
Una fuerza abrazadora lo arrastraba para afuera, ¿afuera de donde? ¿dónde estaban todos?
Y una gran pantalla comenzó a proyectar sinfines de imágenes en su mente... Se veía a si mismo como una luz, entrando en el cuerpo de un bebé por nacer en el seno de un vientre materno... Luego podía escuchar su llanto al salir y descubrir el mundo terrestre.
Sus padres, una familia hermosa que tanto lo había cuidado y amado.
Imágenes!!
Era un niño apenas ingresando al jardín de infantes.
La instantánea siguiente lo mostraba ya con guardapolvo blanco, mochila y mocos caídos en su escuela primaria.
Su primera novia. Todo, todo estaba allí; lo bueno y lo malo...
No podía sentir nada. Ni dolor, ni tristeza , ni alegría.
¡Una inmensa nada! Solo sabía que estaba en medio de una gran, gran confusión.
La imagen que seguía lo mostraba en un terrible estado de ebriedad con un grupo de “amigos”.
Luego, se veía haciendo y diciendo las cosas más terribles dentro de su borrachera. Su madre lloraba, le hablaba, le pedía a gritos que dejara de embriagarse, pero él solo podía mirarla y reír...
¡Qué absurdos son los adultos!, pensaba en la siguiente proyección - ¡siempre quieren tener el control de nuestras vidas y no se dan cuenta que la vida hay que vivirla siempre con desatino y desenfreno!.
En la siguiente toma pudo ver cuando alguien le alcanzaba una pastilla. Se veía a sí mismo echarla dentro de una jarra con una gran mezcla de alcohol que luego él mismo ingeriría; el punto era continuar probando a ver hasta donde se puede llegar, hasta donde seguir buscando el límite.
Y de pronto, las proyecciones lo regresaron al punto de partida, a la nada. Le enseñaron el momento mismo en el cual su corazón dijo basta. Perdió la conciencia y cayó dándose un fuerte golpe en su cabeza. Su madre corrió al escuchar el ruido en el dormitorio, llamó en seguida a su padre . Ambos lloraban. En ese momento, llamaron a la ambulancia. Estaban en crisis sabiendo que estaban a punto de perder a su hijo víctima de un ataque cardíaco producido por sus adicciones, adicciones que él no había querido parar.
Quiso hablar , quiso despertar , pero no pudo. Se vio a si mismo tirado en el piso de su pieza y a sus padres desesperados gritando de dolor con el corazón partido de la gran tristeza.
Llegó la ambulancia. Lo depositaron en una camilla. Le dieron pocas posibilidades de vida; dijeron que harían todo lo posible, pero que las posibilidades de recuperación eran prácticamente nulas, solo dependían de que ocurriera un milagro...
Y vio una luz blanca. Una luz muy profunda que lo atraía y lo invitaba a pasar... Vio a su abuelo, que se había ido cuando él era aún pequeño que lo saludaba y lo invitaba a escuchar. Luego su abuelo desapareció y solo sintió una profunda paz como nunca había sentido.
Y solo recordó quien era y cual había sido su misión en la Tierra. La paz mezclada con la música celestial lo ensolvían y cuanto más “en casa” se sentía, más recordaba que él pertenecía a ese lugar, que era un ser de luz y que su cuerpo terrestre había sido el vehículo que utilizó para cumplir su misión en la Tierra.
Misión: de asistir al prójimo, de ayudar a formar una nueva humanidad, de ayudar a los jóvenes a crecer en la luz.
Y entonces lo supo: había hecho todo mal. Presa de la dualidad terrestre, presa de su desenfreno y de sus emociones, solo echó su cuerpo a perder a través de absurdas adicciones. Sus padres que tanto lo habían cuidado le advirtieron , pero él no había querido oír...
Ahora ya era tarde , ¿tarde?
Una voz muy profunda le hablo: "Pedro -le dijo - Todavía estás a tiempo. Puede ocurrir el milagro que tus padres esperan para mantenerte con ellos. Pero si ese milagro ocurre, debes entender que tiene que ser otro el Pedro que regrese a la Tierra. Esta vez no puedes confundirte con lo malo, esta vez tienes que recordar, esta vez tienes que bajar realmente a hacer un trabajo de la luz...
Si tu lo quieres, si tu lo eliges, puedes quedarte aquí, pero si no, puedes tener una segunda oportunidad para cumplir tu misión kármica en este cuerpo terrestre. Ya no puedes cometer más errores” - dijo la Voz.
- Quiero volver - respondió Pedro-
Entonces, como por arte de magia, comenzó a hacer el camino inverso por el que acababa de transitar.
Cuando sintió que volvía a entrar en su cuerpo y que retornaba a la vida intentó mover los ojos y mientras parpadeaba sus padres se acercaron a él, y en cuanto pudo abrir sus párpados, con lágrimas en los ojos solo balbuceó : “Perdón, tengo una segunda oportunidad, esta vez voy a hacerlo bien”.-

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