top of page
NOTAS DE LUZ: Blog2

El cambio del tiempo

  • Ruth Ross
  • 3 jul 2019
  • 2 Min. de lectura

Por Ruth Ross


El duende mágico del tiempo escuchó atentamente las órdenes del Padre hacedor de toda la creación.

La hora de cambiar los relojes había llegado ¿pero y los hombres, aquellos que solo hacían caso a su propio reloj, a esa absurda maquinita con dos agujas que alguien había inventado para que ajustaran sus mentes en lugar de sus corazones? ¿Qué pasaría con los hombres que miraban el reloj para comer, para ir al baño, para saber si debían dormir o hacer algo? ¿Qué ocurriría con los hombres que seguían insistiendo en decir que no tenían tiempo, que tenían que correr?...

El Padre Celestial, oyó con claridad lo que el duende le explicaba, pero fue imperativo, debían de quitar 12 horas al tiempo diario de la Tierra.  “El hombre- contestó- aquel que había comenzado a dejar de lado esa absurda maquinita y estaba basando su vida en los sentires del corazón daría cuenta de lo que estaba pasando y se entregaría con serenidad y paciencia a las nuevas vibraciones horarias, a los nuevos tiempos, ajustaría su vida a un nuevo y sano ritmo”...

 Pero... ¿y aquellos que no lo hicieran?- quiso saber el duende encargado de hacer los ajustes cronológicos...

“El que no lo hiciera -  dijo serena pero muy seriamente el Padre – sentirá que el tiempo se le acaba, correrá, correrá, correrá, pero nunca llegará a nada y al tiempo descubrirá que fue absurdo tanto tiempo perdido en la nada, que toda su carrera no lo condujo a ningún lugar, y que todo hubiera estado mucho mejor si hubieran alineado sus mentes a sus corazones y hubieran hecho la entrega de sus “pre”- ocupaciones a mis manos  para que aquello que debiera realmente ser atendido se hiciera a “Mis” tiempos, y aquellos por lo que corren y no tiene ningún significara nada realmente más que una mera distracción del Todo, simplemente se diluyera en la nada..."

El duende mágico del tiempo reconoció que la orden que el Padre Celestial le daba le hacía comprender a él mismo que la humanidad en las condiciones en las que se encontraba no marcharía hacia ningún lugar.  Los humanos son una especie rara... - pensó – quizás parezcan hasta un poco hijos del rigor- Se subió a un banquito, de este a la mesa, de allí a la alta escalera del reloj del tiempo, y con toda su fuerza movió las agujas imaginarias... Los cambios estaban hechos, ahora sería el momento en que la humanidad tendría una nueva oportunidad de ponerse en marcha.







Comments


bottom of page