La perspectiva y la luz
- Ruth Ross
- 2 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Por Ruth Ross
Esta es la historia de un viaje. Un viaje evolutivo, de crecimiento por el Planeta Tierra.
Todo comienza a partir del nacimiento de un niño. Bah! Mucho antes aún, cuando este mismo niño siendo un ser de luz, flotando por el Cosmos, trazó su camino kármico y vislumbró cuál sería su familia, cual su situación económica, cuales sus obstáculos, sus miedos, sus alegrías, sus gustos, sus aprendizajes… Y una vez que hubo determinado todo el camino que vendría a recorrer, puso una fecha y simplemente nació.
En el trayecto hacia su nueva vida, el ser fue acompañado por infinidad de seres de Luz que festejaban que él quisiera nacer en un cuerpo de tercera dimensión, cortando sus alas, y su libertad angélica, para asistir en estos, los grandes momentos de cambios planetarios. Todos ellos lo despidieron ante ese cambio que le traería su nacimiento como humano. Pudo verlos aun cuando abrió los ojos y se encontró con quienes serían sus padres, con los médicos y enfermeras que estaban asistiendo a ese , su parto; y ellos, sus amigos de la luz, continuaban allí festejando, vitoreando, recordándole su misión, diciéndole quien era y que siempre permanecerían a su lado.
Fue creciendo y en su tierna infancia continuó recordando y transmitiendo la información que le iba llegando, plena e íntegra de la Fuente. La conexión con los seres de luz se continuaba manifestando.
Pero se hizo hombre, y de sus guías solo quedó un vago recuerdo. El gusto amargo de toda una vida se le fue viniendo encima. Poco a poco fue dejando de escuchar las voces que le hablaban, para empezar a escuchar a su mente que le decía que tenía que correr, tenía que trabajar, tenía que hacer dinero…
La perspectiva de lo que importaba en realidad se fue perdiendo de a poco.
Se convirtió en un acaudalado empresario, cosechó éxitos, formó una familia con una mujer que sentía una gran soledad a su lado y comenzó a serle infiel. Él mismo fue buscando enredarse en un mundo de mentiras para mantener oculta su secreta verdad, que era que “lo tenía todo pero no era feliz”.
Internamente nuestro amigo sabía que algo estaba faltando, pero no podía darse cuenta de qué.
Sus amigos de la luz lo llamaban de distintas formas, pero él no podía escucharlos… Entonces ocurrió que un día, mientras el agobio del trabajo lo condujo a detener su auto para sentarse en el banco de una plaza, se desató la corbata, se quitó el saco abrió su camisa. Comenzó a mirar a su alrededor, pudo ver la naturaleza en su total magnitud y esplendor, los pájaros cantaban por doquier, un par de patitos nadaban alegres en la laguna, los árboles, el pasto y las plantas reverdecían y las flores transmitían la magia de sus colores colosales. Vio a un niño jugando solo en la arena. Y se acordó de él. Y tan rápidamente como si hubiera entrado en un sopor, se volvió a conectar con ese niño que alguna vez había sido, y por ende volvió a recordar quien era, porque había encarnado y cuál era su misión terrena. Una voz surgió desde dentro de una brillante luz blanca dorada y le dijo “Vuelve a tí, vuelve sobre tus pasos, has perdido tu perspectiva y necesitamos que cumplas con tu misión de luz”.
Por unos instantes sintió que flotaba nuevamente en el Cosmos, tuvo la inmensa oportunidad de ver a su ser eligiendo encarnar en esta oportunidad, pudo verse feliz y pudo volver a ver a sus guías de la luz bailando junto a él una danza de luz y felicidad en el Todo. Volvió a ver su nacimiento, cuando se despedía de sus alas para ponerse el traje de humano. Cuando entregó su libertad colocándose un traje de tercera dimensión para cumplir una misión de luz y amor ayudando a despertar a miles de personas en estos tiempos del planeta.
Entonces, cuando hubo vuelto de ese estado, entendió… Se levantó del banco de la plaza radiante y pleno de felicidad.
Se había encontrado a sí mismo… AHORA SÍ, IBA A PODER RECOMENZAR.

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