Navidades del alma
- Ruth Ross
- 3 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Por Ruth Ross
Berta toda su vida había apostado a la fe. Se había entregado con pasión y devoción al servicio de sus prójimos. Daba aún hasta lo que no tenía; y, si sabía que había algún necesitado o alguien en problemas serios, allí acudía ella a dar asistencia.
Tanto fue haciendo en la vida por los demás que fue olvidándose de si misma.
Cuando quiso acordarse, el reloj biológico de su vida iba marcando casi el final y ella no había tenido tiempo de enamorarse, de casarse y mucho menos, de tener hijos.
Así que poco a poco sus abuelos, padres y tíos fueron partiendo de este mundo. Sus hermanos tenían sus propias familias en el exterior.
Era la víspera de la navidad. El 24 de diciembre. Berta se apuró a hacer las compras para todos los necesitados. Compró regalos y pan dulce para todos. El objeto era que todos los corazones estuvieran felices el día del nacimiento de Jesús y a todos los que le preguntaban con quien pasaría la Nochebuena, ella le respondía que ya estaba invitada a la mayor celebración de su vida. A todos les pedía que en esa noche en especial tuvieran FE y dejaran entrar al Cristo naciente dentro de sus corazones.
Trabajó dando amor y alegría durante todo el día.
Por la noche, en la soledad de su hogar se baño, se peinó y se puso el mejor de sus vestidos. Luego colocó una suave melodía angelical, cocinó una cena especial , puso la mesa para dos sobre el mantel blanco, y se sentó a esperar.
Cerró sus ojos. Su corazón estaba henchido de alegría.
Grande era la felicidad que sentía por estar festejando en esta noche un nuevo aniversario del cumpleaños de Jesús. Ojalá todas las personas pudieran recordarlo. Ojalá toda la humanidad pudiera festejar en estos momentos el nacimiento del amor, de la paz, de la luz. ¡ Si todos fuesen capaces de olvidar sus problemas por esta noche!. ¡Si todos pudiesen sentirlo en su interior!.
Si todos dejasen de festejar a Papa Noel, recordando el real motivo de la Nochebuena y de la Navidad. Si todos pudieran, pensó , que distinto sería este mundo...
Se mantuvo con sus ojos cerrados, elevando su consciencia . Sus oídos escuchaban los ruidos de los festejos, cohetes, fuegos artificiales, descorches de botellas, gritos de alegría que resonaban del exterior, por lo que supuso que las doce ya habían sonado. Pero en su interior reinaba solo una inmensa paz, una inmensa calma.
De pronto escuchó una voz que le decía: - Gracias Berta , por invitarme a tu casa a festejar mi natalicio-
Lo vio allí sentado en la silla que estaba frente a ella. Allí estaba Jesús. Pero,¿ cómo podía verlo si sus ojos aún estaban cerrados?
“Es mucho lo que has hecho contribuyendo a la humanidad. Has trabajado mucho, Berta querida, tan amada. Has estado siempre dispuesta a entregar, a servir, a escuchar la voz Divina que te guiaba el andar cotidiano.
Es muy poca la gente que hoy en día recuerda con exactitud que es lo que se festeja . Y yo he sentido que tu me estabas esperando para celebrar juntos.
Y vine a ocupar mi lugar en el otro lado de tu mesa. Sabía que el otro plato era para mí y no pude despreciar una invitación tan especial.”
Berta estaba abrumada. Toda la vida había sabido que los milagros eran posibles,¡ pero este de tener a Jesús en su casa! ¡que cansancio que sentía! ¿qué le estaba ocurriendo?
“Berta, he venido a festejar contigo, y luego de esta noche, nos tomaremos de la mano he iremos a dar un hermoso paseo hacia la eternidad. No tengas miedo, he venido a acompañarte para que juntos caminemos el hermoso sendero que te llevará de regreso a casa”. “ Tu tarea en la Tierra ha terminado. Has plantado muchas semillas en los corazones de las personas a quienes te has ido acercando, ahora ellos serán los encargados de hacerlas germinar. Tú has entendido el verdadero significado de la existencia. Tienes un merecido descanso”.
¡Que paz que se sentía! ¡Que aroma tan exquisito! ¡Qué Luz! ¡Que felicidad!. Sintió la mano de Jesús tomar la suya , sintió que sus pies se movían y juntos recorrían un esplendoroso camino celestial.
Atrás quedaba todo el ruido, la calle, la gente, los festejos. Atrás quedaba la vida en la Tierra.
La gran celebración había comenzado y esta fue para Berta su más FELIZ NAVIDAD.

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